Taita Leonidas: el “sol” que sigue alumbrando a los pobres
- Narcisa Sinche
- 6 jun 2020
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 16 jun 2020
Han transcurrido 28 años de su ausencia física y el legado del “Obispo de los indios” sigue vivo.

A simple vista parece un pueblo común y tranquilo, con callejuelas empedradas y colinas empinadas pero la comunidad Pucahuaico, ubicada en la parroquia San Antonio de Ibarra, provincia de Imbabura, transmuta su encanto natural para revelarnos su hechura mística en una época especial del año: finales de agosto, cuando cientos de personas de distintas provincias de Ecuador y de otros países se congregan para celebrar la muerte, resurrección y legado histórico de “Taita” Leonidas Proaño (como le dicen en las comunidades indígenas), quien falleció el 31 de agosto de 1988.
Decidí viajar a Pucahuaico porque la historia del sacerdote de poncho (que de “Ibarra descendió y al Chimborazo organizó”) lleva meses intrigándome y trastocando mis percepciones sobre política, organización y espiritualidad. Si bien, en algún momento escuché hablar sobre el personaje que fundó las Escuelas Radiofónicas Populares del Ecuador (ERPE); no fue hasta el año pasado que Taita Leonidas cautivó mi mente y mi corazón, por intermedio de Luis Pineda Sanmartín, mi amigo y compañero de utopías quien colaboró de cerca en el proceso de transformación social emprendido por el Obispo de los Indios.
La noche del 27 de agosto de 2016, cuando llegué al Centro de Formación de Misioneras Indígenas- fundado por Monseñor Proaño en mayo de 1988 en Pucahuaico– , me encontré con un arcoíris humano conformado por distintas comunidades indígenas de Chimborazo, Imbabura, Cotopaxi y Loja quienes, juntando sus ahorros, viajaron largas distancias para compartir la alegría de la resurrección del “Hermano colibrí” a través de un festival de canto, música y danza que anualmente organiza la Fundación Pueblo Indio, constituida en agosto de 1988 por Taitas Leonidas.
Lo primero que atrajo mi atención fue la capilla y un letrero que decía “Un indio vale más que una catedral”. En este espacio sencillo y acogedor las bancas están organizadas en forma circular y las paredes exhiben vitrales elaborados por el artista lojano Oswaldo Mora Anda, en honor a Atawualpa, Jumandi, Fernando Daquilema, Dolores Cacuango. Se trata de personajes sobre los que se construye la identidad y cultura indígena, y que Taita Leonidas supo valorar y respetar porque sabía que los pueblos oprimidos por la colonización deseaban tener una “iglesia propia, política propia y economía propia.”
El centro de la capilla estaba adornado con velas y un jardín de flores donde reposan los restos de Taita Proaño; hasta allí llegaban chicos y grandes para invocar una plegaria al “profeta”, y un sincero gracias “por habernos devuelto la palabra y la dignidad”.
Durante esa noche fui testigo de los efectos del amor que prodigó Taita Leonidas a su pueblo. Lo que había leído sobre él en libros, era solamente una pequeñísima parte de lo que constituye el universo de su legado tan vivo y presente en la historia de cada una de las personas que estuvimos allí. Pero creo que la obra liberadora de Monseñor puede resumirse en el testimonio enternecedor de un taita indígena de Pungala (Chimborazo), quien durante el encuentro manifestó lo siguiente:
Estamos aquí porque él está en cada uno de nosotros… A nosotros que no hemos sabido ni hablar bien, ni escribir bien nos ha dejado este recuerdo, ese amor que nos permite seguir adelante.
Al ritmo de las tonadas de la banda del pueblo quemamos la chamisca y un majestuoso castillo elaborado prodigiosamente por los artesanos del lugar; ellos fueron los responsables de pintar de colores el cielo con una gama inmensa de cohetes; era como si hubieran enviando a nombre de todo el pueblo un estruendoso mensaje de amor a Taita Leonidas. Y con esa espectáculo de luces cerramos el primer día de encuentro.
Eucaristía, trueque y festival del maíz.
La mañana del domingo 28 de febrero lucía radiante, tanto como la gente que empezaba a llegar al coliseo del Centro de Formación para participar de la eucaristía; y junto a mi prima Mónica decidimos vivir la espiritualidad que experimentan las comunidades indígenas cuando celebran estos actos de fe y solidaridad.
El suelo del coliseo estaba adornado con una cruz andina (o chakana) elaborada con pétalos de flores rojas y amarillas, y de cuyos vértices resaltaban varias mazorcas de maíz. En el centro de la chakana se había colocado un cuadro con la imagen de Taita Leonidas. En el lugar no habían monumentos a santos, solamente en la parte principal, el mural de un poncho, y al costado una pintura de Monseñor Proaño jugando con los niños.

En ese ambiente plagado de simbolismos, tres sacerdotes, entre ellos el teólogo marxista Francois Hourtat y Gabriel Barriga, concelebraron la eucaristía que combinó rituales andinos con las tradiciones cristianas más convencionales. El momento más significativo, a mi modo de ver, fue la presentación de las ofrendas. Indígenas del Chimborazo, Imbabura y Cotopaxi colocaron en los pliegues de la chakana los frutos de la Madre Tierra: maíz, habas, arvejas, camotes, zanahorias, frutillas, naranjas, piñas, etc. La expresión de bondad en sus rostros manifestaba ese sentido de agradecimiento y pertenencia a la Madre Tierra y a Dios, de quienes dicen obtener el alimento material y espiritual para vivir con dignidad y justicia como les enseñó Taita Proaño.

Más tarde se organizó el trueque de productos entre comunidades indígenas y campesinas de Imbabura. Largas hileras vivientes se formaron cuando los habitantes intercambiaron desde caña de azúcar hasta papayas, plátanos, rábanos, coles. También participamos de la feria de comidas ancestrales donde se ofrecieron deliciosos platos como: cuy asado, tortillas de maíz, fritada con mote, colada de zambo, papas con berros, maíz tostado, gallina asada, yapingachos, etc. En los puestos de venta de comida se expusieron las variedades de maíz que se dan en el sector, esto como una forma de defender las semillas propias y rechazar los transgénicos.
Entre el arcoíris humano también divisamos a personajes de la política ecuatoriana participando en los rituales indígenas, a movimientos indígenas que tranzaron por largos años con la derecha en busca de cuotas de poder…y me pregunto ¿qué diría Taita Proaño frente a eso? ¿qué pensaría sobre la situación política actual? Leyendo algunos escritos suyos me encontré con este pensamiento que bien fungiría como una sabia respuesta a mis interrogantes:
La politiquería no tiene una ideología, utiliza los medios más viles y acanalla al pueblo. Lo único que le interesa es la conquista de votos y a falta de una ideología y de un plan, ofrecerá aguardiante, organizará fiestas, comprará votos. No es de admirar que el pueblo vaya desilusionándose de tanta charlatanería engañosa.
La opción por los pobres Alguien le preguntó a un indígena que significó para él Taita Proaño y respondió: “él fue como un sol que alumbró a los pobres”. Usando esta sabia analogía, siento que también he sido alumbrada por el sol. Por eso, no fue casualidad ni turismo lo que me motivó asistir a este celebración. Intencionalmente llegué a Pucahuiaco porque necesitaba poner en orden mis ideas, superar dilemas, encontrar respuestas, después de un largo periodo de escepticismo y cuestionamientos personales. Pensaba que conocer el lugar donde creció Taita Leonidas, quien además incursionó en el periodismo, me daría pistas para saber ¿qué quiero? ¿a dónde quiero ir como ser humano y periodista?, ¿qué quiero lograr en la vida? Y debo decir que encontré algunas de esas pistas en las comunidades indígenas que estuvieron presentes en el encuentro; en Gabriel Barriga, el primer sacerdote ordenado por Taita Proaño; en el taita indígena de Pungala que con determinación dio su discurso el primer día; y, en la mujer otavaleña que por varios minutos se quedó contemplando la tumba de Monseñor y el Cristo de madera, como si estuviera hablándoles con la mirada, con el corazón rebosante de alegría porque ella sabe que vale más que una catedral. A través de todos ellos entendí que optar por el trabajo con los pobres (este concepto hace alusión a los grupos históricamente marginados y explotados, pero que poseen una riqueza étnica y cultural invaluable) se convierte en un proyecto de vida que implica renuncias y compromisos. Para los jóvenes es un completo desafío frente a la vanidosa idea de vivir cómodamente entre lujos y títulos, entre el reconocimiento público y demás superficialidades. Sin embargo, hay suficiente evidencia empírica que demuestra que si es posible concebir un mundo donde quepan otros mundos, que si es posible trabajar por la liberación de los oprimidos y de uno mismo, a través de un proceso de educación y concientización política que nos lleve a transgredir nuestro egoísmo y el orden social establecido por el capitalismo, como lo hizo Taita Leonidas. Creo que el pensamiento del profeta Proaño que anunció la liberación y denunció las injusticias, es ahora más vigente que nunca…su sueño “de vivir en una sociedad nueva contra la corrupción” es el sueño de muchos que hemos iniciado a caminar por el sendero difícil y pedregoso con la esperanza de recuperar la verdad, la justicia, el humanismo, la libertad, el sentido común, la congruencia entre lo que decimos y hacemos…este trabajo nada tiene que ver con dogmas ni fanatismos religiosos, sino con la idea de reconocernos ante todo como seres humanos, co-creadores del mundo, con derecho a vivir libre y dignamente. #leonidasproaño #taitaleonidas #Pucahuaico
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